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Julián Hernández



Los individuos que cogen el Vitrasa ver enlace en una ventana nueva, compran el Faro ver enlace en una ventana nueva, van al Celta ver enlace en una ventana nueva y oyen a Siniestro ver enlace en una ventana nueva se denominan vigueses, por convención científica internacional. Presentando un par de cascos de La Pitusa ver enlace en una ventana nueva, un yerno en la Citroën ver enlace en una ventana nueva y una cita para varices en el Pirulí, le pueden estampar a uno hasta la medalla de oro de la Reconquista. Eso sí: lo importante es nacer fuera, en Ribadavia, Huesca, Ponferrada o Vic y, si es en Ourense, mejor. Más vigués.

Caricatura de Julián Hernández de Siniestro Total (vista en http://www.vizcarra.info/)

Julián Hernández es por ello el paradigma del ciudadano olívico. Para empezar, nació en Madrid, allá por 1960, acompañado de su madre. Harto de la bulliciosa vida de la Corte, a los pocos meses decide trasladar su residencia a Vigo, para instalarse en un piso de la calle del Príncipe, en cuyos bajos su familia regenta una joyería ver enlace en una ventana nueva. "Nenote", como se le conocía entonces y como aún hoy se le menta en casa, inicia sus estudios en el Colegio Alemán ver enlace en una ventana nueva, "donde todos los profesores eran unos nazis". Decidido a organizar la Resistencia, pasa su infancia escolar peleándose con las niñas de las Carmelitas, jugando al fútbol de defensa, "porque se corría poco y se podía charlar con el portero", y enamorándose de la profesora de Lengua, "porque peor sería enamorarse del profesor de gimnasia". Estudiante prometedor y gamberro empecinado, cosechó buenas notas y una ristra de ceros en conducta.

A los doce años, sus padres le regalan un disco de Paul McCartney ver enlace en una ventana nueva y, como no se le dan ni el fútbol ni las canicas, se empeña en inscribirse en el Conservatorio y hacerse músico. Una vez matriculado, en lugar de entregarse al piano y embelesar a las visitas mecanografiando a Chopin, se decide por la batería, instrumento con el que hará estremecer a las generaciones futuras... y también a las visitas en la sesión café.

Pero su historia, su verdadera historia como alma de un grupo que revolucionó la música española, comienza con su entrada en el Instituto del Calvario, enseña educativa del viguismo. Allí conocerá a Miguel Costas y a Javier, y tras su primer encuentro con el vino, una tarde de invierno en "O Porco", decidirán crear "Maricruz Soriano y los que le afinan el piano", germen del engendro que, tras famoso galletazo a bordo de un 1.500, pasará a llamarse "Siniestro Total", según definicion acuñada por la compañía de seguros. Y destrozando la música ingresan en los ochenta, con Germán Coppini haciendo gorgoritos antes de apostar por lo hortera. Y arrasan, hasta el punto de que hoy, sus dos primeros discos lleven ya la etiqueta de clásicos.

Pero Julián, y éste es su mérito, ha logrado que la fama no le aleje de la calle. Tres lustros de gloria nacional no parecen haberle afectado un ápice. Noctámbulo penitente, sigue ahí, cualquier noche, tomando un botellín en el Palentino, un vino en el Quai o una cerveza en La Trinchera (q.e.p.d.). "Bebamos, hasta que no nos conozcamos", puede espetarle a usted en cualquier ocasión de ésas en las que sale a romper la ciudad, a encontrarse con la gente, a vivir la noche como uno más.

¿Y detrás del crápula? Detrás, el tipo tímido, el genio, el guitarrista medio, el digno batería, el letrista excepcional, un hombre culto y líder de un grupo prodigiosamente indefinible.


Publicado en el periódico Faro de Vigo ver enlace en una ventana nueva en 1994.



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